lunes, 7 de marzo de 2011

21ª CONFERENCIA. DESARROLLO LIBIDINAL Y ORGANIZACIONES SEXUALES [1916-17] Sigmund Freud. Vol. XVI. Amorrortu.

Las perversiones sexuales a pesar de su diferencia de objeto y meta sexual (en comparación con los actos sexuales que se consideran normales) su satisfacción desemboca también en un orgasmo completo y como el mismo Freud lo afirmo, se da el vaciamiento de los productos genitales.[1] La invitación entonces que nos hace Freud es a considerar a los perversos como personas del común, que simplemente su sexualidad se ha trastocado. Además no es abismal la diferenciación entre una sexualidad normal y la perversa ya que en la sexualidad normal se presentan una serie de rasgos perversos que Freud denominó como indispensables para el goce sexual; entre ellos están el beso, el mirar, el palpar, el morder, el pellizcar, etc.  Estos rasgos perversos dejan de ser tales cuando se integren en la producción del acto sexual normal, es decir, que se conviertan en elementos que lo preparen o refuercen. La sexualidad perversa se caracteriza porque todas sus acciones se dan sobre una meta específica donde hay una pulsión sexual predominante referente a las demás.
Es importante tener en cuenta que el placer de órgano (unión de los genitales). Sin embargo en los genitales no son los únicos órganos con que se alcanza satisfacción sexual, donde  las perversiones nos obligan a tener una visión más amplia; donde Freud se refiere: “(…)los genitales pueden ser subrogados por otros órganos en la ganancia de placer(…)”[2]
Desde más o menos los tres años en el niño se empieza a evidenciar la excitación de los genitales. En esta etapa el origen de las perversiones depende naturalmente de la inmadurez del niño ya que no ha descubierto la meta del coito. Desde los seis y ocho años del niño más o menos se da un estancamiento y retroceso en el desarrollo sexual del niño, lo que denomino Freud como periodo de latencia[3] donde se presenta una amnesia infantil producida por la represión.
Sin embargo antes del periodo de la primacía de los genitales (latencia), se dan otras fases del desarrollo libidinal, que se evidencian luego en la pubertad. Estas son la oral y anal.
La fase oral es la fase más temprana de todas las planteadas por Freud, donde la boca desempeña un papel protagónico. Es en esta fase donde se da el chupeteo del niño ya sea por el pecho (primer objeto, que necesariamente es de la madre) o determinado objeto. El chupeteo, se convierte autónomo, quiere decir entonces que ya no se necesita de la madre/objeto para que satisfaga el deseo oral sexual, sino que este objeto se sustituye por una parte del propio cuerpo, convirtiéndose entonces en una actividad autoerótica de la misma forma que es la anal.
La fase anal se considera al mismo tiempo sádica. Se da entonces la oposición entre lo pasivo y activo, se convierte en precursora de lo que más adelante puede definir como masculino y femenino. Lo masculino resulta ser de una pulsión de apoderamiento que trascurre hacia lo cruel, mientras que la posición pasiva se evidencia en el juego con el orificio anal. En esta fase la pulsión de ver y saber se despiertan con fuerza, los genitales solo interesan para expulsión de los residuos del cuerpo
Las demás fases del desarrollo sexual se interesan por abandonar el autoerotismo, unificar los diferentes objetos de las pulsiones singulares y sustituirlo por un objeto único. Se logra cuando este objeto único sea un cuerpo total y parecido al propio
Cuando la madre deviene como objeto de amor se empieza en el niño la represión, donde se da el olvido del conocimiento de una de las metas sexuales, gracias a la implantación de la norma por parte de la figura parental. A esto Freud lo denomino Complejo de Edipo, haciendo alusión a la saga de Sófocles sobre “Edipo rey”. El mismo Freud cita dicha obra “la saga griega del rey Edipo, condenado por el destino a matar a su padre y a tomar por esposa a su madre; hace todo lo posible por sustraerse de la sentencia del oráculo, y por último, al enterarse de que sin saberlo ha cometido esos dos crímenes, se castiga cegándose”[4], convirtiéndose en la fuente del desarrollo del Superyó, de la conciencia de culpa. La fase del Edipo se ve en el niño cuando este quiere tener a la madre para él solo, le molesta entonces la presencia del padre, exterioriza su contento cuando el padre no está y tiene deseos de eliminarlo para ocupar su posición (el odio al padre es reforzado por cierto número de motivos que provienen de épocas y vínculos más tardíos). El niño a menudo expresa por medio de las palabras ternura hacia su madre, le promete a la mama que se casara con ella, le pide que duerma con él, etc. Sin embargo el niño también muestra ternura hacia su padre y es así como se dan dos sentimientos ambivalentes en el psiquismo del niño y se mantienen así durante vario tiempo, después se hallándose de manera duradera en el inconsciente. El interés del niño de que la mamá solo este con él, en su interés egoísta se refuerza ya que la madre cuida las necesidades del niño. La madre además da igual cuidado hacia las hijas y en ellas no produce el mismo efecto. Al contrario, en las niñas la actitud tierna de las niñas se dirige hacia el padre, la necesidad de eliminación va dirigida hacia la madre para así ocupar su puesto.
Los padres no tienen del todo una participación pasiva en el Edipo, es así como ellos influencian de manera importante a los hijos. Freud entonces afirma: “se dejan llevar ellos mismos por la atracción sexual y, donde hay varios hijos, el padre otorga de la manera más nítida su preferencia en la ternura a su hijita, y la madre a su hijo”[5]. En el caso del nacimiento de un hermano, se da un nuevo apuntalamiento de deseo de antipatía y aniquilación por parte del niño hacia su hermano, incluso se expresan verbalmente más estos deseos por los hermanos que a sus padres. Cuando el niño siente ser desplazado a segundo plano difícilmente olvidará dicha experiencia, le nacen sentimientos que en la adultez serian graves, generando por ejemplo un distanciamiento duradero. Dicha vivencia es importante y más aún si estos deseos se hacen realidad.
 Cuando los hermanos crecen la relación con ellos cambia drásticamente; el niño puede tomar a la hermana como objeto de amor en sustitución de la madre infiel o una niña encuentra en el hermano mayor un sustituto del padre, quien ya no se ocupa de ella con la ternura de los primeros años, o toma a una hermanita menor como sustituto del bebé que en vano deseó del padre. Freud dice: “la posición de un niño dentro de la serie de los hijos es un factor relevante para la conformación de su vida ulterior, y siempre es preciso tomarlo en cuenta en la descripción de una vida”[6].
Es así como la primera elección del hombre es incestuosa; por un lado el hombre se dirige a la madre y a las hermanas mientras en la mujer de forma contraria.
En la pubertad cuando la pulsión sexual plantea su exigencia por primera vez con toda su fuerza, los viejos objetos familiares e incestuosos son retomados e investidos de nuevo libidinosamente.  En esta se despliegan procesos afectivos muy intensos, que siguen el mismo rumbo del complejo de Edipo o se alinean en una reacción frente a él. Desde este periodo el individuo debe lograr independizarse afectivamente de sus padres. Para el hijo consiste en desistir de los deseos libidinales hacia su madre para utilizarlos con un objeto de amor ajeno a su figura materna y al mismo tiempo reconciliarse con su padre.
Para Freud: “(…)el hijo permanece toda la vida sometido a la autoridad del padre y no está en condiciones de trasferir su libido a un objeto sexual ajeno. Esta misma puede ser, trocando la relación, la suerte de la hija. En este sentido, el complejo de Edipo es considerado con acierto como el núcleo de las neurosis[7]
El desarrollo de la vida sexual en los seres humanos no surge como algo terminado, antes por el contrario esta recorre fases sucesivas en el trascurso de la niñez temprana; donde todos los seres estamos obligados a pasar por dicho proceso, por esta vía del desarrollo psíquico y sexual, que es tan importante para toda la vida de cada una de las personas.
GLOSARIO
Interdicción; Acción y efecto de interceder. Ápice; Entenderlo con perfección, sabiendo todas sus menudencias. Pesquisa; Información o indagación que se hace de algo para averiguar la realidad de ello o sus circunstancias. Subordinar; sujetar a alguien o algo a la dependencia de otra persona o cosa. Anudar; juntar, unir, continuar lo interrumpido. Obnubilar; de nublar: enturbar la visión. Inquina; aversión, mala voluntad. Inexorable; que no se puede evitar. Intromisión; Acción y efecto de entremeter o entremeterse. Sublevar; Excitar indignación, promover sentimiento de protesta. (www.rae.es)


[1] 21ª CONFERENCIA. DESARROLLO LIBIDINAL Y ORGANIZACIONES SEXUALES 1916-17 Sigmund Freud. Vol. XVI. Amorrortu. Página 2
[2] 21ª CONFERENCIA. DESARROLLO LIBIDINAL Y ORGANIZACIONES SEXUALES 1916-17 Sigmund Freud. Vol. XVI. Amorrortu. Página 4
[3] 21ª CONFERENCIA. DESARROLLO LIBIDINAL Y ORGANIZACIONES SEXUALES 1916-17 Sigmund Freud. Vol. XVI. Amorrortu. Página 6
[4] 21ª CONFERENCIA. DESARROLLO LIBIDINAL Y ORGANIZACIONES SEXUALES 1916-17 Sigmund Freud. Vol. XVI. Amorrortu. Página 9
[5] 21ª CONFERENCIA. DESARROLLO LIBIDINAL Y ORGANIZACIONES SEXUALES 1916-17 Sigmund Freud. Vol. XVI. Amorrortu. Página 12
[6] 21ª CONFERENCIA. DESARROLLO LIBIDINAL Y ORGANIZACIONES SEXUALES 1916-17 Sigmund Freud. Vol. XVI. Amorrortu. Página 12
[7] 21ª CONFERENCIA. DESARROLLO LIBIDINAL Y ORGANIZACIONES SEXUALES 1916-17 Sigmund Freud. Vol. XVI. Amorrortu. Página 14

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